De las meditaciones pfsgm del S. Rosario
"¡Salve!" A menos que sea una página de Shakespeare, o sea seguida por "María, llena de gracia", esta no es exactamente una expresión que surge en las conversaciones contidianas. Sin embargo, como me han hecho notar en comunidad, el "Salve" del "Salve María" deriva del saludo griego χαῖρε (Kàire) que el Arcángel Gabriel utiliza en el Evangelio de S. Lucas (escrito en griego) – y que ¡literalmente significa: ¡alégrate, regocijate (cf. Lc 1.28)!
Este detalle particular proporcina en sí mismo abundante material para la reflexión. Alégrate: todos queremos gozo en nuestra vida, pero ¿cuántos de nosotros lo tenemos? Este primer misterio gozoso del Rosario se refiere claramente a este profundo deseo, y sugiere que nosotros también podamos recibir la alegría anunciada a María en la medida en que nos esforzamos por parecernos a María. María es la mujer del silencio y de la oración, la mujer de la "reflexión", y sobre todo la mujer que dice "SÍ" a la Voluntad de Dios. Por eso, cuanto más tiempo pasemos meditando sobre el modo en que Dios nos habla (especialmente en las Escrituras y en la misa, pero también en nuestros altibajos, en los sufrimientos que Él permite, en las "coincidencias" de nuestra vida diaria, etc.), ¡mejor seremos capaces de entender Su Voluntad y "decir sí" a ella como lo hizo María! Y es precisamente aquí donde nace la fecundidad y, en consecuencia, la verdadera alegría: como dice el Papa Francisco, "cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría" (Lumen Fidei, IV, 58).
Y a ti, ¿cómo te habla Dios hoy?
¿En que modo él te invita a dar fruto y así a regocijarte?
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