De las meditación del S. Rosario
En todos los Evangelios, las acciones de Jesús fluyen como ríos de las fuentes de oración; de hecho, Jesús en el Jardín de los Olivos es para nosotros el ejemplo perfecto de cómo superar los "misterios dolorosos" de nuestra vida - a través de esa conversación con el Padre en la que llegamos a comprender y decir "SI" a Su voluntad.
He aquí una pequeña historia, aprendida en comunidad, que ilustra la importancia de la oración:
Una bonita mañana, dos campesinos se dirigieron con sus hachas, cada uno se dirigió a un árbol gigante. Uno de ellos, alto y musculoso, estaba seguro de que derribaría su árbol más rápido que su amigo más pequeño y minúsculo, especialmente cuando vio a su amigo detenerse varias veces, desapareciendo de su vista y luego regresando varios minutos más tarde... ¡mientras trabajaba sin parar! Para su sorpresa, sin embargo, un ruido rotundo interrumpió su corte, una señal de que inesperadamente su amigo había terminado primero. Sorprendido el hombre preguntó: "¿Cómo lo hiciste?" "Es simple", respondió su amigo; "Cada vez que mi hacha se desafilaba, me sentaba y la afilaba."
Muchos de nosotros, tan ocupados en las agitadas actividades de la vida diaria, corremos el riesgo de no darnos cuenta de que nuestras facultades espirituales se están "desafilando". Y es precisamente en esos momentos en los que nos sentimos más ocupados cuando pensamos que tenemos menos tiempo para la oración, ¡es ahí que más la necesitamos para discernir lo que debemos hacer y para tener la fuerza para hacerlo! Para citar a San Josemaría Escrivá: "La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesario, para cumplir los mandatos de Dios" (La Forgia, 439).
¿Y cómo vas en tu oración?
Hna. EMJ
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