El primer Rosario Meditado
Convertirme en una Aliada de los Pequeños y recibir la distintiva pulsera verde del rosario significa mucho para mí y me parece un paso significativo en mi caminar con Cristo. Nunca olvidaré la primera vez que recé el Rosario meditado, hace más de un año. Inmediatamente después de haeber conocido a los Pequeños Frailes y las Perqueñas Hermanas, recibí de ellos la primera invitación para un momento de oración en mi casa. En ese momento me sentí avergonzada, pero al mismo tiempo honrada: ¡les dije que vivía en un camper! Esto no los desanimó y pudimos organizar un Rosario meditado conmigo. El día que debían venir estaba tan nerviosa que me sentía físicamente enferma. No era nueva en la Iglesia en absoluto, pero había estado fuera por un tiempo.
No sabía cómo lidiar con mis nervios, así que navegaba por Internet, tal vez buscando oraciones, y descubrí que era el día de la fiesta de mi santa patrona: Santa Cecilia. Sentí una sensación de alivio, sabiendo que podía confiar en que mi santa patrona estaba conmigo y oraba por mí ese día, más que cualquier otro. ¡Segura que Santa Cecilia no habría dejado que esta noche fuera un desastre para mí! Y de hecho no fue un desastre en absoluto; de hecho, fue el catalizador de un gran crecimiento espiritual. Algunas de las meditaciones sobre los misterios se centraron en la importancia del sacramento de la Confesión. Les dije a las hermanas y frailes que estaba viviendo mucha inquietud e incomodidad, y que sentía que Dios me llamaba a algo más, pero que no sabía cuál era el siguiente paso. No había hecho una buena confesión en bastante tiempo. El mensaje principal que recibí en el Rosario meditado esa noche fue:
¡El próximo paso que debo hacer es ir a la confesión!
Siguiente parada: ¡confesión!
El día siguiente era sábado y mi misión ese día era poder encontrar un lugar para confesarme. ¡Estaba tan nerviosa por este paso como lo había estado con las hermanas y los frailes en mi camper! Pero sabía en mi corazón que tenía que hacerlo. De hecho, fui a una iglesia en la que nunca había estado antes, a la mitad del día, y buscaba a un sacerdote. En ese momento no pude encontrar uno por ningún lado. Me senté en los escalones de la iglesia y oré: "Señor, si quieres que me confiese hoy, por favor ayúdame. ¡Soy un desastre y no puedo hacerlo sola!" Poco después, un sacerdote salió de un edificio cercano y comenzó a acercarse a los escalones de la iglesia en la que estaba sentada. Dudé en levantarme de inmediato, esperando ver adónde se dirigía, todavía lidiando con los pretextos para no ir. Este sacerdote se acercó a mí y levantó la mano para presentarse, así que me puse de pie. He sonrreido. "Está bien, Señor, parece que voy a confesión hoy!"
Gracia del Rosario
El Señor envió a su siervo para ayudarme ese día y tuve una confesión asombrosa. Desde entonces he mantenido la práctica de recibir el sacramento de la Santa Confesión al menos una vez al mes. También he sido bendecida con la oportunidad de rezar el Rosario meditado más o menos una vez a la semana durante la mayor parte del año pasado. Esta oración se ha convertido en un blanco militar para mí, ayudándome a procesar las grandes consuelaciones que he recibido, así como los grandes desafíos a los que me he enfrentado. La semana que viene me enfrentaré a un nuevo desafío: alejarme del territorio por un tiempo y luego dejar la comunidad que he llegado a amar y en la que tanto confío. Esta pulsera (en este momento en particular) me recuerda muchas cosas:
1. Las Gracias que recibí mientras rezaba el Rosario Meditado.
2. En la medida en que la distancia nos pueda separar de nuestros hermanos y
hermanas en Cristo, permanecemos unidos a ellos en la oración.
3. Que ahora mi misión es llevar a otros a Cristo y a los sacramentos, quizás a través de
este Rosario, invitando y evangelizando a las personas que tal vez no tengan la
oportunidad de conocer a la comunidad como yo lo hice...
Conocí este Rosario por primera vez en la fiesta de mi santa patrona, y me pareció apropiado que me convirtiera en una aliada de los grupos ADP-VV en la fiesta de San Antonio Abate, el patrón del Padre Antonio, sacerdote y fraile a quien el Espíritu Santo ha seguido utilizando tan fructíferamente para transformar mi vida. Con la guía de Nuestra Señora, espero continuar este trabajo y hacer tanto por los demás como lo ha hecho por mí esta comunidad de Frailes Pobres y Hermanas Pobres.
¡Ad maiorem Dei gloriam et salutem animarum!
Erin Ray
(una aliada adp-vv de los E.U.)
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